El Córdoba CF volvió a empatar. En casa, otra vez. Y sí, el marcador importa, porque el fútbol es de emociones, pero también de resultados. Aun así, lo que más impresiona no está en el césped, sino en las gradas. Más de 18.000 personas llenaron El Arcángel, más de 18.000 historias, como si los empates no dolieran, como si la ilusión nunca tambaleara.
Es imposible no emocionarse al ver cómo el estadio late incluso antes de entrar en él. Los bares repletos, las conversaciones cargadas de ilusión, las bufandas al viento, los cánticos improvisados en las calles. El Arcángel no es solo un lugar; es una experiencia. Una que convierte cualquier sábado en una cita sagrada. Una promesa de que pase lo que pase en el marcador, aquí seguimos.
Esta afición es mucho más que números en las gradas. Es resistencia. Es un amor que no entiende de victorias ni derrotas, sino de compromiso. Porque mientras otros equipos viven de éxitos, nosotros vivimos del orgullo. Orgullo de pertenecer a algo que trasciende lo deportivo, algo que cada jornada, con empate, victoria o derrota, demuestra que en Córdoba el fútbol se vive, se siente y nunca se abandona.
Pero seamos claros: esta afición también exige. Porque el cordobesista, aunque incondicional, quiere más. Sabe que este equipo tiene madera, que puede romper esa barrera del “casi” y convertir los empates en victorias. La gente está, la fe no fallará, pero el fútbol, al final, va de marcar un gol más que el rival.
Queremos ganar. Porque este equipo tiene a su favor lo más difícil de conseguir: un estadio que nunca deja de creer y ahora toca que el césped esté a la altura del alma que lo rodea.
Pero no se olviden, que nosotros tenemos lo que no se compra: UNA INFINITA PASIÓN, POR SUS COLORES