Asistir a «WC» de David Cebrián en el Teatro Góngora de Córdoba fue como abrir una ventana íntima al alma de quien, sin palabras, nos invita a mirar la vida desde otro ángulo. Un domingo por la mañana puede empezar con café, sol… o con una bofetada de realidad poética. Y eso fue exactamente lo que ofreció este espectáculo: una experiencia teatral tan sencilla en forma como poderosa en fondo. Una maravillosa matiné para despertar conciencias. Un espectáculo con actitud.

Un baño convertido en hogar
La obra se desarrolla en un espacio mínimo, un habitáculo que bien podría ser un WC… porque lo es. Y sin embargo, en manos de Cebrián, se convierte en refugio, en laboratorio emocional, en símbolo de un nuevo comienzo. Su personaje, mudo pero elocuente, transforma ese no-lugar en hogar, en un espacio habitable desde la aceptación y la resiliencia. Es ahí donde comienza el verdadero espectáculo: en la actitud con la que enfrentamos lo inesperado.
El arte de adaptarse
Cada gesto, cada objeto y cada secuencia están cargados de simbolismo social. Desde la dificultad de encontrar un lugar donde instalarse, hasta la necesidad de aprender a convivir con lo mínimo, «WC» es una metáfora viviente de la precariedad habitacional, de la fragilidad del sistema, pero también de la fuerza de quien decide no rendirse.
El protagonista no dice ni una palabra en una hora, pero su cuerpo habla, grita, se ríe de sí mismo y nos hace cómplices de su viaje. Como bien lo viví en primera persona, lo que emociona no es solo la historia, sino la actitud con la que se cuenta. La actitud de seguir adelante cuando lo que te toca no es, ni de lejos, lo que soñaste.
Un montaje lleno de humanidad
La puesta en escena es delicada, cuidada, con una estética visual muy pensada que no busca el impacto fácil, sino la conexión emocional. La música, los silencios, el humor sutil y la ternura lo convierten en un espectáculo entrañable que demuestra que se puede hacer mucho con muy poco, si se tiene claro el mensaje.
David Cebrián, con este trabajo, no solo se reafirma como creador, sino que nos regala una lección de teatro vital, de esas que no se olvidan. En su WC cabemos todos: los que buscan hogar, los que aún sueñan con él y los que aprendieron a habitar lo que hay.
Al finalizar la obra, David Cebrián abrió la boca. Quiso aprovechar el altavoz que tiene la cultura, para denunciar el genocidio que se está produciendo en Gaza. Denuncia a la que nos sumamos.