Donald Trump y el mundo en peligro. Así fue el reciente discurso que lanzó el presidente de los EEUU, en la apertura de la Asamblea General de la ONU. Ha sido mucho más que una intervención política: ha sido una demostración abierta de desprecio por el orden mundial, por las instituciones internacionales y por la idea misma de cooperación global. Como bien apuntó la periodista Àngels Barceló en su editorial, nada de lo que se diga está a la altura del desafío que Trump lanzó al planeta desde el estrado de la ONU.
Frente a representantes de 193 países, Trump acusó sin filtros a 157 Estados por reconocer a Palestina, se posicionó incondicionalmente al lado de Israel y redujo el conflicto a una lucha binaria contra Hamás. Pero fue más allá. Cuestionó a Naciones Unidas, atacó a Alemania por sus políticas ecológicas y se permitió la arrogancia de dictar lo que el resto del mundo debería hacer. En resumen: fue un discurso sinvergüenza, autoritario y peligroso.
Una amenaza a las instituciones
Lo que hace especialmente grave este episodio no es solo el contenido de sus palabras, sino el escenario desde donde se pronunciaron. La Asamblea General de la ONU representa el intento global de construir un orden basado en reglas, acuerdos y diálogo. Trump lo sabe y, precisamente por eso, lo ataca.
Aprovechó su turno para deslegitimar el papel de Naciones Unidas, calificándola de institución ineficaz y vacía. Pero, como advierte Barceló, esta actitud forma parte de una estrategia mucho más amplia: socavar las instituciones internacionales para imponer un liderazgo basado en la confrontación y el miedo.
Una llamada a la responsabilidad colectiva
Más allá del show mediático y el ruido político, lo que está en juego es mucho más serio: el futuro del orden mundial. Si los países democráticos no reaccionan con firmeza, si las sociedades civiles no alzan la voz, y si los líderes no se comprometen con la diplomacia y la justicia global, corremos el riesgo de normalizar lo inaceptable.

Confiamos en la coherencia y la inteligencia política de los países que conforman la comunidad internacional. Es necesario que alguien le ponga límites a esta deriva autoritaria, antes de que la locura de uno solo nos arrastre a todos. Porque si algo quedó claro tras el discurso de Trump es que el peligro ya no es potencial, es real y está presente.